No hay bien más preciado en este mundo que la vida, pero… ¿Qué vida merece ser vivida si carece de libertad? Es por ello, por ese deseo irrenunciable a ser libres, por el que muchos hombres están dispuestos a perder la vida en aras de alcanzar la libertad.
Antes de que el siglo XII apagara sus luces, un aquitano de nacimiento y barcelonés desde su infancia, ya había sentido en sus entrañas el amor por aquellos hermanos cautivos de otros que rezaban al mismo Dios pero al que nombraban de formas distintas. Pedro Nolasco era un próspero comerciante que entendió que las riquezas no iban a garantizarnos un tesoro en el cielo y, aprovechando sus continuos viajes a tierras moriscas, empleó buena parte de su patrimonio en liberar a esclavos y cautivos que habían sido hechos prisioneros. En 1218 se le apareció la Virgen como respuesta a sus plegarias, en búsqueda incesante por encontrar el camino que su corazón ansiaba. Y así, la Virgen de la Merced le pidió que fundara una orden para redimir a aquellos seres humanos que, aun conservando sus vidas, habían perdido la libertad.
Muchos fueron los liberados por Pedro y por todos aquellos seguidores suyos que formaron la orden de los Mercedarios quienes, una vez que agotaban todos sus recursos materiales, se ofrecían ellos mismos a cambio de sus hermanos presos.
800 años después, parecen lejanas aquellas mazmorras donde la podredumbre y el hedor de los desdichados eran peor aún que sus cadenas. Y aunque todavía hay lugares en el mundo donde la miseria y maldad humanas no tienen límites, la mayoría de los países respetan la dignidad de los privados de libertad. Y, sin embargo, más que nunca, estamos necesitados de esas almas nobles mercedarias que renuncian a sí mismos para darse a los demás.
Porque siguen siendo muchas las cadenas y cárceles que nos privan de la libertad que cualquier ser humano merece si no pone en peligro la de los demás. Y no son de hierro sus barrotes o de acero sus cadenas, sino de casi imperceptibles telas de araña que tejen los carceleros del siglo XXI.
Las drogas y las dependencias (móviles incluidos ), la desacralización del alma humana que la lleva a vivir de forma hedonista nuestra vida pasajera, la manipulación interesada a través de medios de comunicación, los poderes públicos que no obedecen al deber de buscar el bien común sino sus propias ambiciones, el abominable adoctrinamiento ideológico de la infancia, la prostitución y explotación de mujeres por redes de cobardes y viles proxenetas que sacan tajada de nuestros vicios y silencios, los abusos de menores por personas sin escrúpulos pero que muchos conocen y callan, las redes sociales manipuladoras de las conciencias más débiles y tantos y tantos ejemplos de privación del derecho a ser uno mismo y a forjarse su propia vida. ¿Acaso no siguen existiendo cárceles y cadenas en este mundo nuestro?.
Hoy, festividad de la Virgen de la Merced, redentora de cautivos y patrona de mi tierra, le pido con fervor que siga haciendo de nosotros un mercedario más y nos unamos a aquella monumental obra de S. Pedro Nolasco de dar libertad para dar vida. Que sepamos, como él, como ellos, ver los barrotes y las cadenas que siguen encarcelando a tantos y tantos hermanos. Que también nosotros, con las palabras de Cristo impregnando nuestros corazones, seamos capaces de romperlos y abrirlos de par en par. Y que ayudando a nuestro prójimo a liberarse de sus cadenas, nos liberemos así de las nuestras hasta alcanzar la libertad eterna de Dios.
Paco Zurita
Día de la Merced 2021