Desconsuelo Séptimo
Las intenciones del día de hoy se aplicarán por los enfermos y fallecidos por el coronavirus, así como por el eterno descanso de Josefa Calas y Rafael Argüelles
Corona de los Siete Dolores
El entierro de Jesús y la soledad de María.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…
Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Doloroso Septenario
En Honor de la mujer más amante de Jesús, de la madre más afligida, María Santísima, Madre de Dios y Madre de Pecadores, ante su soberana y hermosa imagen del
DESCONSUELO
Por la Señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén
Acto de Contrición
Dios de toda consolación y paciencia, que después de haberme criado y estampado en mi la hermosura de tu imagen, viéndola borrada por mis infinitas culpas, me mandaste a tu Hijo Eterno, para que hecho hombre, por medio de un cúmulo de tormentos, me redimiese.
Vos, Señor, que no quieres que me pierda, sino que con toda paciencia me estás aguardando, a que yo emprenda el camino de la penitencia, aquí estoy ya postrado en vuestra Soberana presencia, arrepentido de todos mis pecados, repitiendo mil veces, que me pesa en el alma de haberte ofendido, proponiendo la enmienda de mi vida y esperando en vuestra infinita misericordia, por los méritos infinitos de la Pasión de mi Señor Jesucristo y los Desconsuelos de su Santísima Madre, la gracia de ser perdonado, Amén
Consideración
Considera alma mía, a la Santísima Virgen, que por donde quiera que miraba y volvía los ojos en aquel monte, donde todo eran flechas que atravesaban su dulcísimo corazón, y sobre todo mirar a su Hijo desnudo, sentado sobre una dura piedra esperando la muerte. ¡Qué Desconsuelo tan terrible para María! Mirarlo sentado con tanta ignominia, sin esperanza ya de rescatarlo de las manos de sus enemigos, y al mismo tiempo, que veía su padecer tan grande para redimir al hombre, ver en este su ingratitud. Consideración triste para María, Desconsuelo terrible para esta Señora, acompáñala, alma mía, en este sentimiento, rezándole devotamente siete Ave Marías.
- Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
- Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
- Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
- Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
- Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
- Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
- Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Oración
Bendita seas, Virgen purísima, Madre de mi corazón, yo te alabo y de bendigo por este Desconsuelo grande que sufrió tu bendita alma, mirando a tu Hijo, esperando la muerte para redimir al hombre ingrato. Por este dolor grande de tu corazón, te suplico Madre de mi alma, me alcances la gracia de llorar yo mi ingratitud, que agradecido a tanta firmeza me aproveche de las penas de mi Salvador, y de vuestros Santísimos Desconsuelos, para que así me proporcione la gracia, que me justifique en esta vida, y después me conduzca a la eterna Gloria, Amén
Maravillas obradas a la invocación de la Virgen Santísima del Desconsuelo
En el mes de marzo de 1718, estando Fray José de Haro, de la orden del Sr. San Juan de Dios, tan gravemente enfermo, que llegaron a desahuciarlo los médicos, se encomendó a María Santísima del Desconsuelo, y repentinamente se levantó de la cama bueno y sano.
Lecturas del día 21 de marzo de 2020 (pinche aquí)
Primera lectura
Lectura de la profecía de Oseas (6,1-6)
Salmo
Salmo 50
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14)
Comentario del Evangelio
“El mundo nos ofrece distintas luces que a veces nos deslumbran y en vez de ser guía para no caer en nuestro camino nos confunden. No nos dejan ver la realidad de nuestra vida. Solo Dios irradia la luz verdadera que llena de sentido nuestro existir. Cada uno de nosotros somos ese ciego de nacimiento que aparece hoy en el Evangelio.
Vemos el proceso que llevó a cabo del ciego hasta profesar con sus labios la fe en Cristo y reconocerlo como única luz de su existir: 1- El ciego solo es capaz de describir el milagro de lo que le ha pasado desde un plano físico (hizo barro, me lo untó, me lavé). 2- Al ciego se le pide su opinión sobre aquel que lo ha curado y su respuesta se va acercando a algo más personal (es un profeta), sin embargo, sigue siendo una respuesta genérica y epidérmica. 3- Dice que tiene que venir de Dios, y es aquí donde hace el ciego un salto en su vida a lo trascendental de lo que ha ocurrido. Por último, 4- Se encuentra con Jesús y el ciego le reconoce como la verdadera luz de su vida. Conclusión: Cada uno de nosotros en los milagros de cada día podemos quedarnos en el plano físico, epidérmico de las cosas o ver la mano de Dios que sigue guiando nuestro existir. Finalmente, el resultado de este milagro es: un ciego ve, los fariseos quedan ciegos, los padres del ciego lo abandonan por miedo a ser expulsados, y Jesús se muestra como el único juez que ha venido al mundo para los que no ven vean, y los que ven queden ciegos. Vivamos esta recta final de la cuaresma desde la intimidad con Dios las preguntas existenciales, encontrémonos con Dios para que como el ciego le preguntemos: ¿quién es Señor, para que crea en Él? Y descubramos la gozosa experiencia de la fe.
Que María Stma. del Desconsuelo vele por esta hermandad siempre, y yo agradecido me pongo bajo su manto maternal para que nos asista en este tiempo de epidemia. En ella deposito hoy mi confianza y agradecido de haber podido llegar a tantos hogares de hermanos que encerrados han vivido este primer septenario “interactivo” histórico donde los haya.”
P. Miguel Ángel Aguado Mesa, O. de M.
Comunión Espiritual
Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Os amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
venid al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya os hubiese recibido,
os abrazo y me uno del todo a Ti.