UNA JORNADA CON MAYÚSCULAS.
UNA JORNADA CON MAYÚSCULAS (1ª parte)
De bien nacido es ser agradecido, por ello queremos empezar haciendo público nuestro más profundo agradecimiento a la Hermandad de las Tres Caídas, a suJunta de Gobierno y a su Hermano Mayor, por habernos permitido compartir con ellos una jornada tan especial.
Cuando un cristiano de bien se levanta lo primero que debe de hacer es darle gracias a Dios por ese nuevo día que nos regala.
Y vaya si el pasado sábado, día 6 noviembre, el Señor nos regaló un magnífico día, un día de oración, de emociones, de sorpresas, de satisfacciones, de convivencia y porque no decirlo, de orgullo de pertenencia a una hermandad que respira vida por los cuatro costados.
La jornada comenzó muy tempranito, apenas pasaban las ocho y media de la mañana. Sin darnos cuenta el invierno había llegado sin previo aviso a Jerez y la temperatura, a esa hora, invitaba a tomarse un café calentito y a protegerse con alguna prenda de abrigo.
La plaza de San Mateo lucía más que nunca, con la fachada del templo recién pintada y con ese sabor a barrio viejo que la hace tan especial.
A la hora prevista llegó el cortejo que organizó la vecina Hermandad de las Tres Caídas para acompañar a la bendita imagen del Señor de la Salud de San Lucas.
Con las puertas de la iglesia abiertas de par en par, el Guión de la hermandad junto a una nutrida representación de hermanos, que portaban varas y cirios, esperaban impacientes junto al dintel al Nazareno caído que tallara Ramón Chaveli en 1940.
Nadie imaginaba, en aquel momento, la sorpresa que nos tenía preparada el Señor de las Tres Caídas. Después de saludar a nuestros hermanos de Santa Marta, el paso del Señor acompañado por las voces de una preciosa coral infantil se dirigió a la puerta del templo parroquial de San Mateo.
Cuando el paso, cargado por portadores, estaba a punto de llegar a la puerta fue el Señor, quién decidió hacer le una visita a su Madre, María Santísima del Desconsuelo. Ante el asombro de propios y extraños los bancos del templo se fueron abriendo, como si del mar Rojo se tratase, y el Señor de la Salud en sus Tres Caídas llegó hasta el mismísimo umbral de la capilla sacramental.
Fue en ese momento cuando San Juan Evangelista, testigo privilegiado de la escena, tomo la iniciativa y le dijo a la Santísima Virgen:- Madre, ahí tienes a tu hijo.
Después, miró también al Señor, y le indicó:- Hijo, aquí tienes a tu madre
Y a partir de ahí se hizo el silencio en el interior de San Mateo. Un silencio tan sacro como aquella otra conversación que mantuvieron la Virgen María y el discípulo amado cuando ambos recorrían la vía dolorosa camino del Calvario.
Fueron sólo unos minutos los que estuvo el Señor de las Tres Caídas ante la Virgen del Desconsuelo, unos minutos que nos parecieron eternos y de los que disfrutamos todos los presentes sin ser capaces de hacer otra cosa más que rezar y mantener los ojos bien abiertos para darnos cuenta de que aquello no era un sueño.
Poco a poco el Señor volvió sobre sus pasos, se despidió de su Madre y de San Juan y continuó su peregrinar hacia el Hospital de San Juan Grande.
Eran poco más de las nueve de la mañana y la jornada invitaba al optimismo. Ni siquiera la baja temperatura era capaz de enfriar nuestros corazones después de todo lo vivido.
El Señor de las Tres Caídas estuvo en casa y visitó a su Madre, no hizo falta que Ella saliera a recibirle. No olvidemos que, hagamos lo que hagamos, siempre será lo que Él quiera.
Fernando Martín Durán.